Aún recuerdo el impacto que me causó la película de James Cameron hace 15 años cuando se estrenó por primera vez en los cines. Recuerdo que fui de rebote porque no tenía ni intención de verla, hasta me dormí en los créditos iniciales! Lo siguiente que recuerdo es tener la misma sensación que cuando te bajas de una montaña rusa: los ojos llorosos, la cabeza del revés, euforia incontrolada y unas ganas locas de volver a pasar por lo mismo otra vez. Realmente no podía dar crédito a lo que había vivido sencillamente porque jamás me había pasado nada igual en toda mi vida. Me resultaba imposible creer que 3 horas y 15 minutos de mi vida se hubieran pasado como en un suspiro. Esto, señores y señoras... es CINE!
No voy a explicar nada de la película porque a estas alturas creo que no hay persona humana o alienígena que no la haya visto por lo menos 30 veces en su vida. Lo que sí voy a decir es que el 3D le da una grandiosidad todavía más épica a todo su conjunto. No es una conversión tridimensional al uso. Está clarísimo que James Cameron sabe perfectamente lo que hace y no se conforma con nada que no sea lo mejor. El 3D realmente consigue que te metas de lleno en la historia como si estuvieses allí mismo, toda una proeza si tenemos en cuenta que no se grabó pensando en ese formato.
Además de tener un valor sentimental muy especial, TITANIC es y será para mí, la mejor película de la historia cinematográfica hasta la fecha. Y punto pelota.
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