Desde el primer momento que supe que se iba a realizar un remake de la mítica Carrie de Brian De Palma me puse a dar palmas de alegría porque me pareció que una nueva versión de la historia del bullying más famoso del cine podría dar muchísimo juego. Mi entusiasmo se incrementó al saber que su directora iba a ser Kimberly Peirce, responsable de la película que más me ha hecho llorar hasta el momento Boys Don't Cry, y que en su reparto iban a estar la siempre espectacular Julianne Moore y Chlöe Grace Moretz (Kick Ass y Déjame Entrar). Con todo esto es normal que mis expectativas estuviesen un poquito altas de más... por lo que la decepción ha sido mayor.
No es que no me lo haya pasado bien viendo CARRIE ya que consigue su propósito de entretener pero desde luego no me esperaba una versión tan edulcorada y superficial. Hubiera agradecido un poco más de mala leche y más en los tiempos que corren donde el bullying se está convirtiendo en un gravísimo problema mundial y donde los estudiantes hacen verdaderas barbaridades. Y es que al personaje de Carrie no le hacen nada fuera de lo normal, es más, hasta el famoso baile de graduación no le pasa nada. Y si a todo esto le añadimos que Moretz no está especialmente bien caracterizada como niña marginada y maltratada en su casa sino que sale siempre estupenda y guapa, con el pelo de peluquería... pues como que te la crees menos. Ahí es donde Sissi Spacek, la Carrie original, tenía las de ganar porque ya de por si tenía un aspecto alienígena de lo más inquietante que la hacía absolutamente perfecta para el papel.
Y de todo esto la culpable es la directora porque su reparto está más que correcto, en especial esa Julianne Moore que está sobresaliente en su papel de madre desquiciada con pelos de Krusty, el acierto más grande de este remake.
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