Siempre he dicho que cada cosa tiene su momento, ya sea disco, película o serie. BREAKING BAD llegó a mi bastante tiempo después de todo el boom que originó y después de sortear toda clase de spoilers para evitar saber nada, porque yo sabía que tarde o temprano la iba a querer ver. Es por ello que cuando me llegó en forma de barril, bajo esa absolutamente increíble edición blurray, que me dispuse a verla, despacito pero sin pausa. Temporada tras temporada fui cayendo en las redes de Heisenberg y a los pies de todos y cada uno de los personajes que protagonizan esta odisea metanfetamínica. La figura de Walter White ya se ha convertido en todo un icono y no es para menos ya que Bryan Cranston (actor, productor y director ocasional de la serie) se ha dejado el alma. Lo mismo va para esa grandísima Anna Gun como la sufrida esposa de Walter y madre de dos hijos que ve como su vida se viene abajo. Aaron Paul ha nacido para realizar su papel del drogadicto Jessie Pinkman al igual que Dean Norris (Hank Schrader) que se merecía todos los premios del mundo tan sólo por esos 4 últimos capítulos de la serie.
En resumen, no os voy a aburrir con mis mil y una razones para que la veáis (los pocos que aún no hayáis tenido la ocasión), sólo os diré que merece la pena de principio a fin y que sus clifhangers de season finale os dejarán con los pelos de punta, en especial ese final de la 4ª temporada que ya ha pasado a la historia como uno de los mejores. Y qué decir de su polémico final? A mí personalmente me ha encantado y me ha parecido un broche perfecto a 5 temporadas esplendorosas. Voy a echar mucho de menos mis momentos Breaking Bad.
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