Desde siempre me ha costado mucho encontrarle pegas a BATES MOTEL, una serie muy bien hecha y original aunque la idea parta de un clásico á priori intocable como es Psicosis. Pero por más que me pese reconocerlo y por más que ame profundamente a su protagonista principal (y productora) Vera Farmiga, tengo que decir que estamos ante la temporada más floja en cuanto a tramas y suspense. El misterioso asesinato de dos chicas es el punto de partida de todo lo que sucede a continuación en el aparentemente tranquilo pueblo de Pine White Bay. Todo acontece bajo la atenta mirada de Norma Bates (que arrasa con todo y todos los que se interpongan en su camino) y de su hijo Norman, que cada vez le cuesta más disimular que está como una puta cabra montesa. Dylan, el hermano ovejanegra (y buenorro Max Thieriot) estrecha lazos con un familiar desaparecido a la vez que le surge un nuevo e inesperado romance. Mientras tanto la dulce Emma (Olivia Cooke) recibe una noticia que le cambiará para siempre.
Los 10 capítulos de la serie se ven en un suspiro y es una auténtica delicia, pero lo cierto es que no ocurre nada que no hayamos visto antes en las otras temporadas. Aún así es más que recomendable.
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